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- Ana Grynbaum - El oso y la ballena en el bazar: Los objetos al límite de su desaparición
Ya finalizado el ciclo de conversatorios Los objetos al límite de su desaparición , que co-coordiné y tuvo lugar vía Google Meet desde el 7 de octubre hasta el 9 de diciembre de 2024, quiero reflexionar, a título personal, acerca de algunas cosas que se dijeron y otras que no se llegaron a decir. Las muñecas y yo Las muñecas y los autómatas han ejercido desde siempre una gran fascinación en mí. De niña no podía dejar de pararme ante el papá Noel que movía la mano desde la otrora apedreada vidriera de la confitería Oro del Rhin. Pasaba larguísimas horas jugando con muñecas. A la edad en que mis compañeritas empezaban a maquillarse, yo seguía entregándome al juego infantil. Tenía muchas muñecas y también un par de muñecos. Aunque uno de ellos era bebé, yo lo pretendía adulto. Bajo mi batuta, las muñecas participaban de una suerte de teleteatro psicodramático. Formaban una familia muuuy disfuncional, pero entretenidísima. Mientras mi familia se congelaba ante el televisor, yo creaba un mundo aparte. No mejor que el de ellos -de hecho, trasladaba buena parte de sus problemas-, pero sí distinto y mío. Un mundo en el que yo ya no era yo, sino esa ficción móvil en la que las muñecas me apuntalaban. El deseo de un diálogo La idea matriz del conversatorio fue generar un diálogo. Una idea ambiciosa, pues dialogar no parece haber sido nunca fácil. En relación con este conversatorio revisité La República , de Platón. En este libro de los libros de Occidente, los diálogos no son diálogos en el sentido vulgar, no tienen la imprevisibilidad de la interacción. Se discute para llegar a lo que ya se pensaba. En nuestro mundo de comunicaciones híper-saturadas, con agendas impuestas por los intereses monopólicos, dialogar adquiere una importancia suprema. En un remoto tiempo de mi vida, en el ámbito de una escuela de psicoanálisis, solía escuchar, con referencia a Freud, la aserción de que el oso polar y la ballena no pueden dialogar. El énfasis se ponía en la cuestión del territorio: son animales que habitan en las antípodas, desde cierta lógica no hay un punto en el que se puedan encontrar. La insistencia en tal imposibilidad -cual ritornello deleuziano- era una defensa de la pureza disciplinaria, es decir: el reclamo de poder sobre un territorio. Aquí el bando del oso, allá el de la ballena. Todos en paz. Recientemente, en un texto favorable a la interdisciplina, encontré esta cita: “Un colega psicoanalista comparaba irónicamente nuestra tarea de relacionar la pareja neurociencia y psicoanálisis con el improbable apareamiento del oso polar y la ballena.” ( A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente , F. Ansermet y P. Magistretti, 2006.) “Apareamiento” no es un término tan de salón como “diálogo”, pero ya estamos grandes. Disculpen mi atrevimiento: yo creo que el elefante y la ballena sí pueden encontrarse. ¡Cómo! ¿Dónde? ¡Pueden coincidir en el bazar! Incluso pueden compartir sin conflicto el mismo anaquel. A lo mejor hasta pueden jugar, o mejor dicho -claro- puede uno jugar con ellos. Tal vez no se apareen, probablemente la cosa siga dispar. De seguro necesiten intérpretes y las dificultades no han de ser pequeñas. No establecerán una pseudo conversación al estilo filosófico, para eso ya existe la Academia. Lo que acaso se pueda lograr es una conversación; imperfecta, humana, pero no por eso carente de sentido. El vocablo conversar tiene un par de acepciones -actualmente en desuso- muy lindas: “vivir, habitar en compañía de otros”, “tratar, comunicar y tener amistad. (DRAE)” En todo caso, este ciclo de conversatorios es una muestra de que ese diálogo, proverbialmente imposible, no solo es posible sino también realizable. Estoy convencida de que vale la pena generar espacios de pensamiento colectivo, no institucional, transdisciplinario. Y mejor si internacionales, como este, gracias a su carácter virtual. No olvido que se ha tratado apenas del comienzo de un experimento, pero eso no me resulta poco. La desaparición de las cosas Separemos la cuestión de los objetos de la de su desaparición y comencemos por esta última. Jugar con los objetos al límite de su desaparición es como jugar en el bosque mientras el lobo no está. En el caso del bosque, lo que puede suceder es que el desaparecido aparezca. En cuanto a los objetos materiales, no se trata tanto de que se escondan y luego nos sorprendan -aunque a menudo lo hacen-, sino que desaparezcan realmente. Es un hecho que cada vez necesitamos menos cosas, con un solo aparatito -al menos en teoría- sería suficiente para regular nuestro diario vivir. En nuestras moradas el espacio se vuelve, creciente y aceleradamente, un bien de lujo. No hay lugar para acumulaciones. En la modulación frenética de nuestra cotidianeidad, no hay tiempo para cuidar de lo inútil. La lógica del rédito prepotea al sentimentalismo -Ramón Gómez de la Serna lo dicen su ensayo sobre “Lo cursi”-. Todavía oscilamos entre el mundo analógico y el mundo digital. Las cosas no desaparecen en forma simple y pura, sino dejando restos. Esos restos nos interpelan porque hablan de nosotros, los sujetos, y tomarlos en cuenta puede restituir un saber que importa. En El sistema de los objetos , Jean Baudrillard muestra cómo atribuimos a ciertas antiguas aleaciones un carácter de pureza natural que es en verdad ficticio; esto sucede, por ejemplo, con el papel y el vidrio. Estamos tan lejos del acontecimiento de su invención que nos resultan naturales. La extinción de los objetos materiales tiene su dramática y su poética, que podemos experimentar con mayor o menor nostalgia. Y cuenta con autores que han sido particularmente sensibles a ella: Marcel Proust, Felisberto Hernández, Ramón Gómez de la Serna son algunos de los que destacan en el campo literario. Las Vanguardias del Siglo XX habilitaron la ascensión de virtualmente cualquier objeto a la categoría de arte. Los objetos encontrados ( objets trouvé s), con el mingitorio de Duchamp haciendo proa, abrieron la vía de un cuestionamiento radical del arte y del discurso sobre las cosas y de quienes las usamos, o somos usados por ellas. Cabe puntualizar la paradoja sobre la cual se fundó este ciclo de conversatorios: abordar lo material por la vía de un canal virtual (Google Meet). Y además asegurarnos la supervivencia mediante grabaciones disponibles para todo público (YouTube) -al menos hasta que se “caiga el sistema”-. El potencial de los objetos El tema de los objetos no es nuevo en mi producción, forma una parte esencial de mi novela La conquista del deseo , de 2021. No mencioné ese texto a lo largo de estas reuniones porque mi interés era convocar otras voces. Tampoco me referí a varios de los autores que mejor han alimentado mis intuiciones. En primer lugar Eduard Fuchs, con su monumental estudio de la ideología presente en los objetos más ínfimos: Historia de la moral sexual . También Walter Benjamin, Libro de Los Pasajes y Gastón Bachelard, Poética del espacio . El Siglo XX fue el siglo de las cosas materiales, su apogeo y el comienzo de su decadencia. Hasta la Revolución industrial, los objetos y objetitos se acumulaban solo en los espacios de las clases privilegiadas. Desde finales del Siglo XIX los excesos de la industrialización comenzaron a repletar todas las moradas con sus pedazos de materia. “Made in China” era la etiqueta más frecuente cuando, a mediados de los setentas, aprendí a leer y leía todos los carteles que se me ofrecían. Pese a su bien ganado lugar como humorista, hay que tomar muy en serio a Gómez de la Serna en su propuesta de “meter en el psicoanálisis las cosas”. Tal propuesta pertenece a “Las cosas y el ello”, ensayo publicado en el número dedicado a “lo nuevo” de la Revista de Occidente, en 1934. Parafraseándolo, diría que hace falta incluir a las cosas, prioritariamente, en la discusión sobre la vida cotidiana y en especial sobre la cuestión de cómo vivir, y cómo sobrevivir a los males de la época. Si una arqueología de los objetos permite acercarnos a la cultura que los concibió, en el nivel de lo particular las cosas son testigo de las personas que tuvieron contacto con ellas; son la memoria que sigue vive para hablarnos cuando esas personas ya no existen. Los objetos cuentan historias que a menudo permanecen secretas, cobijadas en la mudez de la materia. El objeto es una contracara del sujeto, compleja, cargada de significado social, una faz a la que no podemos acceder directamente por hallarse excluida de nuestro campo visual. Cada rostro de Jano es incapaz de ver al otro. En la actualidad todo el tiempo escuchamos hablar del sujeto , la subjetividad y las subjetividades , vale la pena que intentemos dar vuelta el tablero para mirarnos desde el otro lado, el lado de la cosa, esa forma del no-yo, ese espacio abierto a todo lo demás. Ese otro lado de los sujetos, a que las cosas prometen acceso -y en ocasiones lo brindan- habla del potencial dramático de los objetos. Las vivencias que en nuestro recuerdo se ataron a esto o aquello, la imaginación que recrea existencias lejanas. El libro El gabinete de las hermanas Bronte. Nueve objetos que marcaron sus vidas , de Deborah Lutz, es una aventura en torno a lo que pudo haber sido la vida de estas escritoras en función de una investigación basada en los objetos personales que las sobrevivieron. Incursionar en la poética de las cosas consiste en perseguir dentro de la ambigüedad de lo material los sonidos de una lengua inédita. Al final de su apoteótico viaje a través de la cultura, el protagonista de La tentación de San Antonio, de Gustave Flaubert, exclama: ¡Oh, qué felicidad!, ¡qué felicidad!, he visto nacer la vida, he visto comenzar el movimiento. La sangre de mis venas late con tanta fuerza que va a romperlas. Tengo ganas de volar, de nadar, de ladrar, de mugir, de aullar. Quisiera tener alas, un caparazón, una corteza, echar humo, llevar una trompa, retorcer mi cuerpo, repartirme por todas partes, estar en todo, propagarme con mis olores, desarrollarme como las plantas, vibrar con el sonido, brillar como la luz, acurrucarme bajo todas las formas, penetrar cada átomo, descender hasta el fondo de la materia -¡ser la materia!. El trabajo recién está comenzando a esbozarse. Muchas gracias Muchas gracias a todos los que de una u otra manera participaron del ciclo de conversatorios Los objetos al límite de su desaparición y muy especialmente a los expositores, que generosamente brindaron su tiempo y ganas. Por el orden de las exposiciones: María del Carmen González de León, Mercedes Álzaga, Débora Santangelo, Alejandro Cruz, Gabriela Onetto, Ercole Lissardi, Hoski, Yvonne Fleitman y Sandra Gasparini. Agradezco en particular las conversaciones mantenidas con los expositores y con mi compañera de ruta, Alba Piotto, durante el armado del ciclo y también los comentarios que he ido recibiendo a modo de resonancia a partir de las diferentes reuniones, tanto de quienes estuvieron en tiempo real como de quienes las miraron por YouTube. Estas charlas dieron lugar a vínculos nuevos y también a la profundización de vínculos antiguos. Quiero enfatizar mi agradecimiento a quienes participaron opinando. Hace falta valentía para jugarse en un espacio público en esta época donde lo políticamente correcto pretende imponer su dictadura. Nadie está libre de ser ventrilocuizado por alguno de esos famosos enanos fascistas que -se supone- todos llevamos dentro y por ello recibir el castigo de la cancelación . Cuatro reuniones, con miradas tan diferentes -desde la literatura al arte, la arqueología, la mística…- sobre un tema especialmente amplio y complejo, alcanzan apenas para empezar a recabar bibliografía y trazar alguna línea de indagación de cara a futuras producciones y espacios de encuentro. Sin embargo, esto ya es haber dado algunos pasos. *** Las cuatro reuniones del conversatorio están disponibles en YouTube, aquí los enlaces: 1º- 7 de octubre de 2024 2º- 4 de noviembre de 2024 3º- 2 de diciembre de 2024 4º- 9 de diciembre de 2024
- Sandra Gasparini - Aproximación al encanto de la contracultura. Los objetos perdidos
Texto leído en el conversatorio “Los objetos al límite de su desaparición”, coordinado por Ana Grynbaum y Alba Piotto, 4ta. reunión, 9 de diciembre de 2024, por Google Meet. Un objeto hallado en la memoria, entre muchos otros, entre los primeros de la infancia, un anclaje en el cúmulo de recuerdos. Uno de esos objetos que nos acompañan invisiblemente y nos interrogan: fetiches, talismanes, baratijas, chafalonías, residuos kitsch. Más que objet trouvé, objet perdu . El "objeto encontrado" o luego los "ready made" de las vanguardias sesentistas eran objetos fabricados o preparados para cumplir originalmente determinada función, que un artista re-creaba y convertía en obra de arte. Este hecho suponía una ruptura con la idea romántica del artista como genio e iluminado. Del mingitorio de Duchamp de 1917 a la caótica barbacoa para armar que saca de sus casillas a Homero Simpson en el capítulo “Mom and Pop Art”, el objet trouvé tiene algo de epifanía, de descubrimiento y hasta de expiación. Sin embargo, no voy a hablar hoy de un objeto hallado sino de un objeto perdido . O más bien: hallado en la memoria, perdido en su materialidad, desvanecido en ese kippel que invadía el futuro cercano, temido de la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas (1968)? Esos “objetos inútiles”, como “las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior” constituyen el kippel y, advierte John Isidore, un personaje importante, que “cuando no hay gente, el kippel se reproduce” y que, desde ya, “todo el universo avanza hacia una fase final de absoluta kippelización”. Es decir, sumido en esa proliferación monstruosa de objetos que habitan el placard de mi habitación, probablemente inhallable en la maraña del kippel, está ese objeto del que voy a hablar: un robot antimufa comprado en Plaza Francia, Recoleta, ciudad de Buenos Aires, aproximadamente en 1972. Robot antimufa El departamento es chico pero la profusión de objetos inútiles es morbosa. ¿Por qué un colgante de un robot de acero, con brazos y piernas móviles y ojitos de piedras rosadas brillantes y boca negra, vuelve a mi memoria? Un robot que se balancea, colgado de un cordón oscuro, de mi cuello de niña. Un colgante que llevo a la escuela, sobre el guardapolvo blanco y por las tardes, en los juegos callejeros del barrio, en las veredas anchas, a principios de los setentas, en el conurbano bonaerense. Y me pregunto, también, ¿por qué un robot?: prolegómenos de la cultura tecnocrática y espacial global, al calor del entonces reciente alunizaje y de las figuraciones epocales del futuro: robot acerado, sin símil piel y distópico, como el Gort gigante de El día que paralizaron la Tierra (1951), de Robert Wise. Y además, las series Los Supersónicos y Astroboy , Ovni , Star Trek , Fuga en el siglo XXIII , y la película Star Wars, en el cine, y el largo continuado televisivo de Sábados de Superacción . Tecnología convertida en artesanía y en amuleto contra la “mufa”, la “yeta”, la mala suerte, y en este punto el robot antimufa competía con la mano roja en el gesto de hacer los cuernos que colgaba de los espejos retrovisores de la mayor parte de los automóviles de ese entonces. Y la cadena de consumo marcaba otro rumbo: en tanto artesanía, era vendida en la feria artesanal de una plaza, y hoy me pregunto por qué, dado que no parece un producto muy artesanal. Gort Y Klaatu Gort y Klaatu R2-D2 (Arturito) y C3PO Como sea, ese día que mis padres me llevaron a la feria se produjo el primer contacto consciente con una contracultura que yo recuerde. Ignoro si lo invento o si realmente ocurrió; mi memoria reproduce una escena en que una pareja de artesanos –les decíamos, invariablemente y mal, hippies - le vende a mi madre el muñequito y una hebilla también de acero con una flor de cerámica roja. Y esta escena queda vinculada para siempre al lado de lo auténtico, lo verdadero, lo natural. Bien sabemos que esta tríada es lo más artificial que pueda concebirse pero en la dicotomía que posteriormente iría construyendo, contracultura y mainstream , contrahegemonía y establishment , ese sería el primer escalón. Quiero detenerme brevemente en las fotos y en algunos fragmentos de un artículo de la revista Primera Plana del 9 de agosto de 1973 (“Artesanos,ni hippies ni faloperos”, sin autor, disponible en https://www.magicasruinas.com.ar/revdesto012.htm ). Argentina salía de la dictadura cívico-militar autodenominada «Revolución Argentina» comandada por general Lanusse (1971-1973) y gobernaba ya, casi un año antes de su muerte, Juan D. Perón. La nota relata una razzia policial en la feria de artesanos de Plaza Francia y, como podemos colegir de algunos segmentos empáticos escritos por el cronista, denota la tibia aceptación de una contracultura, diferenciada rápidamente del movimiento hippie , en ese momento minoritario entre las juventudes porteñas, asociado mayormente a los consumos culturales más que a un movimiento social: Contrariamente a lo que se ha dicho en algunas oportunidades, apresurada- mente por cierto, los artesanos no militan activamente en política, aunque casi todos anhelan un proceso revolucionario que cambie al país desde sus bases. Tampoco son vagos ni viciosos, al menos como característica predomi- nante en el conjunto. Se los suele confundir con los hippies, por sus aparien- cias desaliñadas. Pero a diferencia de los hippies se bañan a menudo y no rechazan, al menos de manera práctica, a la sociedad de consumo de la que se sirven y con la que conviven armoniosamente, aunque criticándola (cursivas mías) La descripción y caracterización de los artesanos, que hoy recuerda un sketch de Peter Capusotto y sus videos , es funcional al impacto que provocó en mí en ese momento la pareja de vendedores que me llamó la atención y con la que, niña y muy tímida, me animé a conversar. Bajo la mirada atenta de mi madre no tengo certeza sobre qué versó la charla pero sí resuena en mi memoria una melodía luminosa salida de una flauta traversa que la chica sacó, creería que de alguna alforja mágica, y se puso a tocar. También recuerdo que el encantamiento fue inmediato porque no quería irme y mi madre negoció para lograrlo comprarme ese muñequito antimufa que ya había visto colgado del cuello de alguna compañera de la escuela y, tal vez en ese mismo puesto, la hebilla de la flor. Este retoño edulcorado de la memoria se enfoca nítidamente cada vez que algún objeto afín –un robot, un colgante infantil- se me presenta a la vista y me convence de que ese fue el umbral de un camino de vida en el que lo contracultural, lo artesanal, lo creativo (tres años después comenzaría a tomar lecciones de guitarra y dedicaría buen tiempo de los próximos treinta años a componer y tocar música), las culturas juvenilistas pero también los imaginarios futuristas y mayormente distópicos marcarían un ethos . Hablo de la seducción de la contracultura generada por un pequeño objeto rodeado de emociones positivas. Estúpida y sensual contracultura , diría, otra vez, Homero Simpson. Un encanto que es un haunting , también, es decir, una espectralización del pasado: una agencia virtual de aquello que actúa en el presente sin existir físicamente, desde el pasado, como el fantasma. Hauntologie/ontologie , el juego de palabras que proponía Derrida en Espectros de Marx , un merodeo, un ensayo, una aproximación. Una ontología del kippel de mi placard puede entenderse como una taxonomía imposible, en tanto kippel . Cada vez que cierro las puertas corredizas la magnitud se acrecienta y ese kippel se vuelve incontable. Por eso prefiero individualizar el robot antimufa en mi memoria, como un triple ariete contra mi desesperanza, mi desánimo y mi momentáneo refugio de la tormenta. De hecho, la segunda ley física de la termodinámica, la llamada “Ley de la Entropía”, puede formularse rápidamente así: la cantidad de entropía –esto es el desorden inherente a un sistema- en el universo tiende a incrementarse en el tiempo. Esto significa que el grado de desorden de los sistemas también aumenta hasta alcanzar un punto de equilibrio, que es el estado de mayor desorden del sistema. Un patrón de comportamiento de los sistemas es su tendencia a extinguirse, a dejar de funcionar, a dirigirse hacia un deterioro inexorable: ese kippel , volviendo al concepto de Isidore, que solo podemos combatir ingenua y momentáneamente ordenando, suprimiendo, refaccionando. Cito nuevamente a Dick: “Nadie puede vencer al kippel —continuó [Isidore]—, salvo, quizás, en forma temporaria y en un punto determinado, como mi apartamento, donde he logrado una especie de equilibrio entre kippel y no-kippel, al menos por ahora. Pero algún día me iré, o moriré, y entonces el kippel volverá a dominarlo todo”. Por eso no lucho contra él en su versión material sino en la inmaterial de la memoria, aunque ahora mismo estoy contribuyendo a la proliferación de objetos digitales con este archivo. Para terminar, dos preguntas: ¿de qué mufa pretendían preservarnos, en la década del 70, los robots antimufa, colgados del cuello de niños y niñas, como décadas antes las bolsitas de alcanfor en un ingenuo conjuro contra la poliomielitis, antes de la Salk y la Sabin oral? ¿Serían amuletos contra la violencia extrema que se avecinaba, contra todas las cosas que pronto iríamos a perder? Solo tengo una certeza: el pedido perentorio de alguna de las monjas de la escuela primaria, donde llevaba mi muñequito colgado sobre el guardapolvo, de que no lo portara más porque representaba una superstición y la Iglesia católica no la aprobaba, fue la causa decisiva de mi imperecedero embeleso por la contracultura. *** Pueden ver y escuchar a Sandra leyendo su exposición en el conversatorio siguiendo este enlace: https://youtu.be/haIQs0-ydlY?si=Z8UWu93CyU0WOzr0
- Ercole Lissardi - Erótica Ramoniana
Texto leído en el conversatorio “Los objetos al límite de su desaparición”, coordinado por Ana Grynbaum y Alba Piotto, 3era. reunión, 2 de diciembre de 2024, por Google Meet. A la manera de los diarios de viajes, reales o imaginarios, del primer Henri Michaux, aunque más de una década anterior, Senos (1917), de Ramón Gómez de la Serna, puede ser leído como las notas de un seudo-antropólogo, que dejan constancia de un mundo que absorbe su atención. Tal lectura es legítima, por cierto, y de hecho es a la que el mismo de la Serna invita, al elegir el formato de su texto. Sin embargo, aguzando un poco la mirada puede entreverse que esa elección del formato tiene en realidad la intención de camuflar la verdadera intención y naturaleza de su peculiarísima obra. Ramón Gómez de la Serna en su casa con su muñeca de cera. Senos consta de 130 textos breves, más uno de cierre, descontrolado y torrencial. Todos los textos están a medio camino entre la narración, la pura descripción y la meditación exaltada en torno a un único tema, interés u horizonte: los senos de las mujeres. Ninguna otra región de la anatomía femenina le interesa al autor, lo cual no quiere decir, en absoluto, que considere a los senos en abstracto, o en tanto atributos de la femineidad considerada en abstracto. Las mujeres, en Senos, ofrecen un abanico amplio de la infinita variedad del universo femenino, considerando todos los vectores que lo constituyen: edad, carácter, complexión física, actitud, y sobre todo, ocupaciones. Cito al azar títulos de capitulillos: Senos de las niñas del Conservatorio, Senos de la esposa del Inquisidor, Senos para soldados, Senos para el verano, Senos que querían que yo los cogiese, Senos de los hermafroditas, Senos de las domadoras, Senos del escote más crudo que he visto, Senos de las monjas, del arte, de sirena, de enferma grave, etc. etc. etc., incluyendo, por supuesto, los senos de las muertas. En cada caso, los senos, tal y como puede constatarlo la mirada atenta, replican y reflejan, como en un espejo, las peculiaridades del personaje que los porta. La variedad de los senos resulta así tan infinita como la variedad de las femineidades. Nunca, ni por una comprensible distracción, dado lo extenso del muestrario, los senos de de la Serna son intercambiables . Ahora bien, Ramón es el inventor de la greguería, y ese tipo de metaforización humorística genial no sabe dónde no inmiscuirse en la escritura de su creador para ejercitar su alquimia. Como consecuencia, buena parte de la fascinación por los senos está expresada por medio de metáforas a menudo inesperadas, arriesgadas o directamente al borde del absurdo . Cito unos pocos ejemplos al pasar: “La madre y las dos hijas tienen sendos y fuertes bustos. Van las tres orgullosas y como avanzando en un ataque a la bayoneta. Se abre el paseo a su paso, como se abre el mar ante el avance de la proa afilada y determinada”. “Buscaba mi tesoro varias veces en el día metiendo la mano por el angosto descote de su blusa y removía todas las monedas de mi bolsa como sonando mi oro”. “Los senos de aquella mujer eran los senos del alma, blancos, puros, perfectos como dos circunferencias”. “Después del primer momento en que su furia nos ofusca y nos arroja violentamente sobre ella nos aplaca la idea de los senos, como si saliesen en defensa de ella con bondad, interponiéndose entre ella y nosotros como sus hijos asustados, como los niños se interponen entre el padre y la madre”. “Parece que por sus colores y sus cualidades hay en la cantidad infinita de los pezones diferencias como las que hay entre las piedras preciosas… El pezón amatista, el pezón crisólito, el pezón esmeralda, el pezón perla cabujón, etc.”. “«Los senos son la esponja del corazón. Parece que le enjugan la sangre como grandes algodones providenciales», me dijo aquella mujer a la que pedía más, más sinceridad sobre sus senos”. “Los senos retenidos por dos bridas de las doncellas de blanco delantal con peto y hombreras, son unos senos que se desbocarían sin esas bridas, como jacas salvajes, puesto que tiran hacia adelante, y casi se escapan, aun estando tan embridados”. “Los senos en el agua son como blancos nenúfares… Se les adhieren muchas redondas y brillantes burbujas de agua, y a su alrededor, en círculos que comienzan en ellos, se inquieta toda el agua, hasta la orilla, próxima o lejana…” Como vemos, en el terreno de la Erótica las metaforizaciones del autor tienden a oponer, pero con la intención de identificarlos , a lo viviente con lo inerte. Lo viviente, en este caso circunscripto a los senos, con lo inerte, o sea con cualquier objeto, por insólito que sea, que lo invite a trazar un símil por remoto que sea. Por ejemplo: a los bustos de la madre y sus hijas, con las bayonetas o la proa del navío. Pero ¿a qué viene esta mutación metafórica? ¿Se trata solamente de exhibir, como un número de circo, una habilidad lingüística, un acto de prestidigitación sin mayor significado? ¿Acaso en esta antojadiza identificación lo vivo y lo inerte no inter cambian fantasmáticamente sus condiciones? ¿Por qué nos inquieta la antojadiza mutación y nos alejamos prestamente de ella, pasamos la página, como si la identificación de los opuestos, imposible a ojos vista, a pesar de todo nos cuestionara? Estas piedras preciosas ¿no son pezones? Estos nenúfares ¿no son senos? ¿Han perdido su cordura las palabras? ¿No será que las cosas inertes tienen para decir de sí más que lo que oímos? Este juego de las mutaciones que pretende la mirada erótica ¿no genera una especie de meta-lenguaje que habla por las cosas revelando su dimensión erótica? La metáfora y el símil parecen ser, nos dice Ramón, utilizándolos de manera extrema, el medio por el cual podemos oír lo que dicen las cosas. Interpelados desde la magia de los senos, las bayonetas, la proa, la bolsa de monedas de oro, la circunferencia, los niños asustados, las piedras preciosas, los grandes algodones providenciales, los nenúfares ¿no nos revelan la dimensión erótica de lo no erótico, como si la multitud de las cosas se imantara con la irradiación erótico-metafórica de los senos? Ante la demanda desmedida de metaforización erótica de los senos todo se erotiza, todo exterioriza su íntima naturaleza erótica. ¿No es por eso que pasamos rápido la página, como si no se tratara más que de un truco de linguista, y para mejor ocultar la inquietud, la sospecha de que las cosas no son lo que parecen y que las mutaciones metafóricas no son tan inocuas como parecen? Humor más metáfora más una delicada comprensión de la vida secreta de las cosas: finalmente ¿no es esta la mágica ecuación que ha hecho de las greguerías uno de los aparatos literarios más vertiginosos del siglo pasado? *** Regresemos a la cuestión de la verdadera naturaleza del texto Senos de Ramón Gómez de la Serna. Opuesta a la lectura de la dizque-Antropología de los Senos, la lectura de Senos que propongo es esta: Senos es, camuflada, una novela erótica. Su protagonista y narrador, innominado (inevitablemente, de la Serna), poco dice de sí además de su pasión honda e incontenible por los senos femeninos. “Soy el escritor de los senos, dice, su crítico de arte, el que formó su colección y ya no admite los duplicados ni las falsificaciones que ofrecen de todos lados. No me dejo engañar por los senos”. Pudoroso en su impudicia no nos detalla qué uso le da a su fetiche, a qué extremos se entrega cuando unos senos que desea le son asequibles, pero sus descripciones del fetiche, al borde del éxtasis son tan precisas, intensas y sutiles que ni falta hace que diga más. Si al referirme a la lectura “antropológica” del texto de de la Serna la relacionaba con el Michaux de Un bárbaro en Asia (1933) o Viaje por la Gran Garabaña (1936), (bastante posteriores a Senos ), la lectura que vengo de proponer remite a Don Juan , o más precisamente a Don Giovanni . Nuestro protagonista es un Don Giovanni al que no le interesan las mujeres sino tan solo sus senos. El catálogo de senos que nos presenta remite conceptualmente a la celebérrima lista de mujeres seducidas por Don Giovanni: ambos tienden, naturalmente, al infinito. Nuestro protagonista se declara coleccionista de senos: en mi ensayo La pasión erótica cito a Jacques Lacan demostrando que no otra cosa que un coleccionista es Don Giovanni. Vale la pena observar que este catálogo de senos incluye no solamente a los senos cuyo abuso le ha sido concedido a nuestro Don Juan de los senos, sino también a los apenas entrevistos, y a los tan solo adivinados, ocultos por las telas ligeras de las blusas o las pesadas de los abrigos. También vale la pena subrayar que si la pasión de nuestro protagonista por su fetiche es devoradora no lo es tanto como la del tigre de Bengala por la carne humana: nuestro Don Juan se satisface, al parecer, con los placeres de la mirada, del olfato y del manoseo, con la exaltación de la imaginación y con la voluptuosidad de la escritura. *** Al final de la enumeración delirante, torrencial e incontenible, nuestro protagonista se encuentra de cara, como suele suceder a los que se exceden hasta el agotamiento, con el vacío. En un breve postfacio, titulado Expiación epilogal, el narrador declara renunciar para siempre a su fetiche, y el deseo de expiar por haberles hecho demasiado caso. Todo ha sido un malentendido: “Hemos cogido demasiado los senos, los hemos pellizcado demasiado, y al querernos hartar de ellos nos hemos encontrado, no con una masa dulce, compacta, blanda, suave y dichosa, sino con algo áspero y duro al tacto, algo en que hemos notado las tumefacciones interiores, los tubérculos, los roeles, algo muy materialmente carnal en vez de idealmente carnal, carne basta, nervio de la sangre, anfractuosidades anatómicas, pequeñas piltrafas interiores”. Promete, por supuesto, dedicarse de aquí en más “a la dominación de (su) alma personal e intransferible”. No deja, por supuesto, de cargarle a las mujeres por lo menos parte de culpa en el sentimiento de desazón y frustración en que ha caído: “Ellas no saben apenas nada de los senos, y hasta parece que cuando se les hace daño en los senos, frenéticos de comprender su insensibilidad, ellas responden por cumplir. Cuando se les pregunta por sus senos no saben responder, y al verlas balbucir parece que se han arrogado el derecho de llevar los senos con ese empaque solo porque los hombres ciegos e ignorantes se los han inventado. Seguramente los senos no están en ellas, sino que son una ilusión nuestra. Ellas están olvidadas de sus senos y ni su peso sienten”. *** Para ver y escuchar a Lissardi participando en el conversatorio, aquí está el enlace: https://youtu.be/Bgtx_gAo0_Y?si=cJktdF9UaYii1CKB
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Cine Ercole Lissardi - De “Persona” a “Weekend” Persona, de Ingmar Bergman (1966) tiene asegurado un lugar en la historia del cine tanto por la originalidad de su modo narrativo como... Ercole Lissardi - La experiencia cinemática Confieso que el último libro que leí sobre teoría del lenguaje cinematográfico fue Notas sobre el cinematógrafo, de Robert Bresson, y que... Ercole Lissardi - El espectador como pornógrafo Al pobre Bertolucci, fallecido en 2018, le debe de haber hecho poca gracia que -en medio de la actual compulsión mediática que padecen... Ana Grynbaum - La tenebrosa performance del autor El autor es un monstruo que devora personas y vomita personajes. “Providence” (Alain Resnais, 1977) explora las complejas y tortuosas... Ercole Lissardi - Masturbación y pornografía I) Aunque estrenado su film un año antes (2012) de la publicación de mi libro (2013), Steve McQueen parece haber realizado Shame... Ana Grynbaum - Un Sherlock Holmes post-psicoanalítico Me puse a mirar la película “Mr. Holmes” sólo como actividad de mi grupo familiar, suelo desconfiar de las obras que retoman personajes... Ercole Lissardi - Realidad y ficción Leí el texto que reproducimos a continuación en el ciclo "Analistas en la Polis", en Montevideo, el 7 de octubre de 2016. La pregunta... Ana Grynbaum - La Venus de Polanski y la guerra de los sexos Para los ciudadanos occidentales y cultos del siglo XXI la lucha por el poder entre machos y hembras parece estar zanjada. La misma... Ana Grynbaum – Del abuso al filicidio El relato de la película Reina de corazones (Queen of Hearts, May el-Toukhy, Dinamarca, 2019) es lo suficientemente distante como para... Ercole Lissardi - Slut La serie Odio a Suzie (I Hate Suzie, HBO, 2022, 11 capítulos) tiene dos creadoras: Lucy Prebble y Billie Piper, la primera es además la... Ercole Lissardi - El nuevo cine erótico II El tipo de estructura general artificiosa que permite la introducción de una serie de relatos eróticos, al que me refería al comentar... Ercole Lissardi - Infidelidades De dos tipos diferentes de infidelidades trata el film que Arnaud Desplechin extrajo de la novela “Deception” de Philip Roth. Es un film... 1 2 3 4
- NOVEDADES | Lissardigrynbaum
Novedades HOY A LAS 21 HS. LISSARDI EN TV CIUDAD https://www.instagram.com/reel/CzEajihOxjb/?igshid=MTc4MmM1YmI2Ng== https://www.tvciudad.uy/ Ercole Lissardi - El amigo de las mujeres - NOVEDAD EDITORIAL El amigo de las mujeres, Ercole Lissardi, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2023 (novela). Distribuye en Argentina La Periférica... Ana Grynbaum - La auto-sospecha - NOVEDAD EDITORIAL La auto-sospecha, Ana Grynbaum, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2023 (novela). Distribuye en Argentina La Periférica Foto:... Ercole Lissardi - Edén - NOVEDAD EDITORIAL Edén, Ercole Lissardi, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2023 (novela). Distribuye en Argentina La Periférica Foto: Marcelo... "Ficción y transgresión. La literatura rioplatense en el Siglo XXI", de M. Crespi y M. Iguiniz Aquí el prólogo del libro de ensayos que saldrá publicado en agosto en Argentina. Ercole Lissardi - El ápice y otras historias El ápice y otras historias, Ercole Lissardi, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2022. El volumen incluye las novelas: - El ápice -... Ercole Lissardi - El Ser de Luz y la Diosa Idiota El Ser de Luz y la Diosa Idiota, Ercole Lissardi, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2022. El volumen consta de 96 páginas y es... Ana Grynbaum - Tres novelas familiares Tres Novelas familiares, Ana Grynbaum, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2022. La trilogía comprende las novelas: - El hombre que... Ercole Lissardi - La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en internet El Paradigma Amoroso Una de las tradiciones más antiguas y sólidas de la cultura de Occidente, tanto desde el pensamiento como desde el... Ana Grynbaum - La conquista del deseo La conquista del deseo, propio y ajeno, un mismo movimiento, no se llevó adelante para Iara en línea recta. Tuvo que abrirse camino a... Ercole Lissardi - Las dos o ninguna Voy a narrar una noche tipo con Sonia. Por supuesto que todas las noches de sexo, aun con la misma persona, son diferentes, pero también... "Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses" - Inicio del prefacio Hombrecitos improvisados de apuro es una colección de 29 ficciones acerca de la estupidez masculina en los vínculos eróticos y amorosos... 1 2