Ponencia leída en la Primera Convención Latinoamericana de BDSM,
Buenos Aires, 13 de diciembre de 2014.
Mi presencia aquí hoy se debe primordialmente a un libro que publiqué hace tres años y que se llama La cultura masoquista (de aquí en más LCM). En él procuré dar cuenta del fenómeno BDSM, en sus relaciones con la cultura, especialmente la de nuestro tiempo, y enfatizando su existencia en el Río de la Plata.
Más allá de mi formación en psicoanálisis, para la construcción del libro adopté un enfoque antropológico, que me permitió recorrer distintas aristas de este fenómeno complejo. Asimismo, me propuse recoger el testimonio de algunos practicantes BDSM rioplatenses.
Cuando seis años atrás, salí a buscar testimoniantes, sólo dos personas -entre las varias que, dificultosamente, logré contactar- accedieron a conversar conmigo. Fueron sólo dos, pero de enorme generosidad e inteligencia, y posibilitaron que LCM resultara algo más que un compendio de lecturas.
Algunos de los practicantes BDSM que se negaron a colaborar lo hicieron en el nombre de una franca oposición al psicoanálisis. Y expresaron terminantemente su voluntad de que la normalización psi no se metiera con su estilo de vida. Inútilmente procuré explicarles que venía en son de paz. Que no pertenezco a la facción de los psicoanalistas dinosaurios. Que no tenía la intención de juzgar a nadie. Que sólo quería recabar información acerca del ejercicio del BDSM para hacer un buen trabajo. Y que el psicoanálisis, a través del mismísimo Freud en primer lugar, jugó un papel central en el estudio del sadomasoquismo. Por lo cual, casi un siglo después, era justo que una psicoanalista post revolución sexual estudiara la cuestión del masoquismo en la actualidad, e incluso pudiera brindar una especie de compensación por los daños sufridos a manos de la psicopatología... Pero ellos se mantuvieron firmes en que la cuestión del BDSM pertenecía exclusivamente a los adeptos al BDSM –con el mismo criterio, para pintar el bosque, habría que ser árbol…-.
Curiosamente, la publicación de LCM tuvo reacciones similares entre ciertos psicoanalistas, que recibieron al libro con un pronunciado fruncimiento de la nariz. Se rumoreó que LCM se acercaba demasiado a la real realidad, tanto que algunos percibían en mi libro el inquietante aroma del sadomasoquismo. Ya saben, la teoría del contagio: no toques, no te acerques a las cosas si no querés arriesgarte al contagio… Además, en su nivel de pensamiento, el libro contiene algunas influencias no canonizadas por las escuelas de psicoanálisis al uso. Así que, tanto para algunos practicantes BDSM como para algunos psicoanalistas, LCM resultó un libro… sospechoso. En eso, hubo coincidencia.
Pero, afortunadamente, tanto en el campo BDSM como en el campo psi, hubo quienes apostaron al libro y también quienes corrieron el riesgo de enfrentar su lectura. Por eso me siento muy honrada al encontrarme hoy aquí, donde mi presencia legitima a LCM, un libro que logró sobrevivir a la curiosa convergencia de dos rechazos de sentido contrario…
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Preparando lo que iba a decir, estuve releyendo LCM. Volví al libro después de varios años. Sigo creyendo –como planteé allí- que el BDSM es un fenómeno cultural que incumbe a cualquier interesado en pensar el mundo en que vivimos, con independencia de los vehículos que cada quien encuentre para su deseo y sus placeres. Pero la idea no es extenderme sobre el libro sino hacer una suerte de actualización de LCM en función de los acontecimientos posteriores a su publicación y a mis nuevas lecturas.
Entre quienes discuten actualmente acerca de los cuerpos, sus avatares y afectos, vale la pena prestar atención a los planteamientos de los lectores de Foucault y Deleuze en el campo del cuestionamiento del género, es decir de los roles sociales adscriptos al sexo. En lengua española: Beatriz Preciado -de España-, Leonor Silvestri-de Argentina-. Ambas escritoras apelan a una erótica BDSM cual via princeps para la desarticulación de los mecanismos que legitiman y reproducen el orden del mundo a través de las subjetividades particulares.
En LCM me referí al cuerpo queer en tanto cuerpo que no obedece a la lógica tradicional del cuerpo entero, ese que goza tan sólo a través de su sexo. Este cuerpo queer, cuyas posibilidades el BDSM explota, es un cuerpo mutante y potencialmente lleno de goces inéditos. Se trata de un cuerpo que se acopla con diversas máquinas y en este sentido, en el enganche erótico con los recursos tecnológicos actuales, la cultura BDSM también es cien por ciento hija de su tiempo.
Por otro lado, la historia enseña que por más eternas que nos resulten las características opresivas de nuestra época, las sociedades cambian permanentemente a través de las transformaciones que los individuos sufren y gozan en sus formas de sentir y de vivir. Desde esta perspectiva, la historia se desarrolla a través de cierta dialéctica entre formas instituidas y movimientos instituyentes. En el motor de estos cambios el deseo juega un papel fundamental.
Pronuncié la palabra clave: deseo. Si en este momento se le pidiera a cada uno de los presentes que escriba su propia definición de deseo, es muy probable que nos encontráramos con tantas definiciones como manos se abocaran a la escritura. De todos modos, es necesario hincarle el diente a la cuestión del deseo, puesto que estamos hablando de formas de vivir y directivas para el cuerpo y sus asociados –llámense alma, subjetividad, afectos o como se lo prefiera-.
Suelo ser partidaria de someter a crítica todo lo que se pueda. Eso sí, conviene conocer del objeto criticable lo suficiente como para que la crítica tenga algún asidero. El psicoanálisis, tal como lo entiendo y lo practico, tiene muchísimos flancos vulnerables. En primer lugar, porque no se trata de un discurso cerrado como una ideología que pretenda abrazar una versión de las cosas hasta la asfixia. El psicoanálisis que vale la pena es un artefacto abierto, que se deshace y se rehace tras los cambios en la cultura. No se trata de un sistema de ideas que venga a demostrarle a nadie la verdad de su existencia. Y mucho menos a prescribir modos correctos de estar en el mundo.
Uno de los pocos puntos en que coinciden los discursos que hoy apuntan a comprender la realidad, es en el hecho de que la realidad es compleja. Por tanto, no se la puede abordar de forma simplista. Muy pocas cuestiones humanas pueden entenderse fácil y rápidamente. También es cierto que existen intelectuales que “la complican” mucho más de lo necesario. Hechas las aclaraciones, quiero puntualizar algo acerca del deseo.
No es mi intención defender a rajatabla los planteos de Freud y Lacan; sí quiero recordarles que el Dr. Freud falleció en 1939 y el Dr. Lacan en 1981. Ya transcurrieron 33 años después de la muerte de este último… La fundación oficial del BDSM data de 1991, por ejemplo. Pero además de que el tiempo pasa y las cosas cambian, los planteos de Freud y de Lacan demasiado a menudos resultan mal leídos. En algunos casos, porque se los endiosa; en otros porque se los demoniza. La operación es básicamente la misma y distorsiona la lectura.
El corto de Tïnto Brass Sono comme tu mi vuoi -que se proyectó en el marco de esta convención- ilustra de manera ejemplar lo que en psicoanálisis algunos llaman el fantasma (y otros la fantasía). El fantasma es el encuentro entre el sujeto y el objeto de su deseo, encuentro que vehiculiza un goce particular.
Cabe aclarar que este objeto del deseo, no es una cosa, ni una persona. Tampoco se trata de una instancia en la que sujeto y objeto queden atornillados, sino de un encuentro, real o eventual, y en todo caso sutil y efímero, que tiende a ser reiterado, que genera movimientos.
En Soy como tú me quieres ese ente para el que la mujer desarrolla la escena tiene un grosor casi tangible y al mismo tiempo se trata de una ausencia. Es decir, para decirlo mal y pronto: ella se masturba (punto). Se masturba invocando la figura de aquel que la habría instruido acerca de cómo hacerlo. Lo que me parece más interesante del film, es la nitidez con que muestra ese juego -o puesta en escena- entre ella y eso que no se sabe bien lo que es, que no es el tipo aunque el tipo tenga que ver con eso. Pero es claro que a través de esa realización del deseo ella encuentra su goce.
¿Quién es el sujeto de ese deseo? ¿El tipo o ella…? Parecería que fuera él, pero -paradojalmente- resulta ser ella. Este tipo de paradojas son medulares en la erótica BDSM, cosa que LCM se ocupó de señalar.
Un detalle aún sobre la cuestión del deseo: como se ve en la película, el despliegue en pos de la satisfacción del deseo sigue un argumento. En el caso del corto, es el tipo quien lo diseña, ella quien lo ejecuta.
Hay una verdad que a muchos no gusta respecto del deseo, así como respecto del inconsciente: no somos sus dueños. Acaso a través de ciertos caminos podemos llegar a liberarnos de nuestros peores estigmas. O de lo contrario, podemos lograr amarlos como a nosotros mismos –y no más que a nosotros mismos, como sucede con el síntoma-. El camino de la liberación no es corto ni sencillo, tampoco imposible. Pero, si algo enseña el psicoanálisis, es la necesidad de conocer los guiones que fueron inscriptos en nuestra médula, porque esos guiones son los que le marcan el derrotero a nuestros deseos. Y los deseos, de una manera o de otra, se cumplen.
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Por último, pero no menos importante, quiero retomar la cuestión de lo instituido y lo instituyente respecto del coming out del BDSM, asunto en el cual esta convención toma cartas. El solo hecho de que sea abierta al público en general implica de por sí una voluntad de visibilidad a nivel social.
En el último apartado de LCM, titulado Coming out en el Río de la Plata, se discute las particularidades del coming out BDSM. Los informantes, Z e Y, plantearon que la clandestinidad no es un elemento menor en estas prácticas. Por un lado, la clandestinidad funciona -para muchos- como un condimento. Y un condimento puede ocupar un lugar central en la comida. Es difícil imaginar que las prácticas BDSM puedan llegar a realizarse de forma completamente abierta a la luz del día, incluso si la legislación lo permitiese. Las sombras le dan buena parte del sabor…
Y decir “sombras” no puede dejar de conducirnos al mega éxito editorial de Cincuenta sombras de Grey -y sus continuaciones- que también se viene preparando para explotar la taquilla; e incluso habrá una versión teatral en la calle Corrientes el próximo enero… Podríamos pensar que la saga de Grey se incluye en lo que Martín Kesselman advirtió como peligro: la pasteurización del BDSM. O conversión de la estética propia del erotismo BDSM en productos que no provoquen mayores escozores que los previstos para un ciudadano respetable y controlado. Una especie de BDSM vainilla, digamos.
Pero Cincuenta sombras de Grey es peor que eso. No voy a hablar de su “calidad literaria”, que no interesa porque se trata de un producto fabricado para el consumo masivo. Lo que verdaderamente resulta alarmante es cierto tufillo a fascismo de peluche que expele. Lo más escandaloso del libro es cuando la protagonista-narradora se indigna al enterarse de que Grey fue un niño de ojos grises que pasó hambre. ¡¿Cómo puede ser que pase hambre un niño de ojos grises?! –lamenta. Implícitamente, se sugiere que el hambre que Grey pasó en su infancia lo traumatizó y lo llevó a optar por esas prácticas que la autora se cuida muy bien de no llamar BDSM –porque si lo hiciera, alguna organización BDSM podría entablarle un juicio por difamación y calumnia-. De todos modos, lo que importa destacar de la saga de Grey es que debe su éxito masivo al crecimiento mundial del BDSM y el interés que éste despierta.
Sin embargo, la legitimidad social del BDSM, sigue siendo un terreno de lucha para la militancia de las instituciones BDSM. La petición presentada ante la Asociación Psiquiátrica Americana para que sacara el masoquismo, el sadismo y el fetichismo del capítulo destinado a las parafilias en su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), fracasó. Si bien los autores del DSM V declaran haber hecho algunos cambios al respecto, el masoquismo, el sadismo y el fetichismo siguen siendo rotulados como paraphilic disorders (trastornos parafílicos), junto con la pedofilia, el voyerismo y el froteurismo, al igual que en la versión anterior del tratado, y a pesar de los señalamientos de las organizaciones BDSM en cuanto a que esas otras prácticas no se basan en una actividad consensuada entre adultos responsables.
Además de ser tema de algunas películas -como R100, que a su manera advierte acerca de la peligrosidad del BDSM si no hay una delimitación entre el adentro y el afuera de la escena-, la discusión acerca de la peligrosidad, los límites y el consenso en las prácticas BDSM sigue ocupando un lugar de privilegio en la agenda de las principales organizaciones BDSM de los Estados Unidos, puesto que éstas se plantean como objetivo el logro de una mayor legitimidad social.
En el año 2012, una de estas organizaciones, The National Coalition for Sexual Freedom (NCSF), realizó una encuesta entre sus miembros y simpatizantes acerca de la cuestión del consentimiento, a los efectos de –en sus palabras- “articular una clara definición del consentimiento en el que creen las comunidades BDSM” (1). El resumen del análisis de los resultados publicados comienza diciendo: “Quizá la conclusión más significativa que se pueda extraer de las respuestas a la encuesta sea que los encuestados, por mayoría abrumadora, reconocen la importancia del consentimiento”. Y sugiere que: “La comunidad BDSM necesita más educación acerca (del tema) del consentimiento”.
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Por otra parte, hasta ahora, como movimiento a partir de los márgenes del mainstream –capitalismo heteronormativo para algunos, sexualidad vainilla para otros, etc.- el BDSM ha ocupado el lugar de la alternativa, del cuestionamiento al orden instituido. Pero… ¿qué va a pasar si esta erótica y su cultura continúan creciendo? ¿Es posible que se constituya en la forma de vida de la mayoría…? En ese caso ¿cuál va a ser la erótica que surja como su alternativa? ¿Acaso podría volver en forma nostálgica el viejo modelo de la pareja y su sexualidad tradicional…? ¿Qué pasará con la parodia BDSM si éste ocupa el lugar de la normalidad? ¿Qué se habrá de tomar cual objeto de burla? Quería dejar estas preguntas planteadas.