La verdadera autoría de un suicidio puede ser tan difícil de determinar como la autoría de las ideas que forman nuestra cultura. Sin el grupo de personas que en primer lugar valoraron, aceptaron y apoyaron las ideas de Sigmund Freud (Sociedad de los Miércoles, convertida luego en Sociedad Psicoanalítica de Viena –de aquí en más SPV-) ¿hubiera podido Freud inventar el psicoanálisis? ¿Su nombre se habría convertido en piedra angular de la cultura si no hubiera existido un primer círculo de discípulos que creyeron en él y se la jugaron por su invento? Por otra parte, ¿cómo fue que Viktor Tausk –miembro de la SPV- llegó a la decisión de suicidarse cuando estaba en el apogeo de sus facultades creativas y productivas? ¿Cómo es posible que alguien escriba un texto como “Acerca de la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia” y se auto-elimine antes de que el artículo vea la luz?
El psicoanalista Viktor Tausk exhumado por Paul Roazen
Viktor Tausk a comienzos de 1919
En 1965 el académico norteamericano Paul Roazen comenzó a entrevistar a los colegas, amigos, familiares y pacientes de Freud que todavía estaban vivos a los efectos de recabar información sobre el psicoanálisis en sus primeras épocas. Además, contó con el privilegio de ser el primer no-psicoanalista al que Anna Freud abrió los archivos del British Psychoanalytical Institute, donde están las fuentes que Ernest Jones usó para su “Vida y obra de Sigmund Freud”. De las cuantiosas horas de entrevista que Roazen mantuvo surgió una figura inesperada, suerte de convidado de piedra: Viktor Tausk, al que dedicó luego su libro “Hermano animal: la historia de Freud y Tausk” (1969).
Tausk fue uno de los más destacados discípulos de Freud, integró la SPV entre 1909 y 1919 -año de su muerte- y presentó importantes trabajos que fueron también publicados. Tras el suicidio de Tausk, su nombre y su obra, como por efecto de un tabú, cayeron en un silencio tan profundo que Jones ni siquiera menciona su muerte en la biografía de Freud –a pesar de explayarse ampliamente en los avatares del círculo freudiano-; pero también es un silencio cargado que, a propósito de la investigación de Roazen, algunos psicoanalistas se animaron a romper. Particularmente relevante fue el testimonio de Helene Deutsch, quien mantuvo varias largas entrevistas con Roazen y brindó información de primera mano para echar luz sobre el affaire Tausk.
En su libro, Roazen desarrolla largamente las diferencias que habrían surgido entre Tausk y Freud, diferencias que a Freud no dejaban tranquilo. Pero esta cuestión no parece de por sí relevante a la luz de los cuantiosos testimonios acerca de la férrea postura de Freud en cuanto a mantenerse como dueño del saber psicoanalítico que se iba generando a partir de su obra.
De hecho, era la regla que Freud ejerciera su poder para tratar de impedir que alguno de sus alumnos creciera demasiado. Resultaba habitual que el Padre del Psicoanálisis quitara su reconocimiento e incluso adoptara una actitud abiertamente hostil y segregativa hacia los discípulos cuyo comportamiento pudiera llegar a poner en cuestión su propia autoridad o la de sus saberes, o la autoridad de la institución psicoanalítica, que era lo mismo. La lista es extensísima y contiene algunos nombres de gran peso: Adler, Jung, Stekel, Reich, etc. etc. etc.
Pero más allá de las diferencias con Freud, Tausk era tan freudiano que no se le podía achacar herejía alguna –cosa que hizo Freud con Adler y Jung-. Como Oscar Masotta resalta en su prólogo a los “Trabajos psicoanalíticos” de Tausk: “lo raro, si se lee a Tausk, es comprobar hasta qué punto estaba este discípulo lejos de ser un disidente”.
El análisis fallido
En diciembre de 1918, cuando Tausk volvió a Viena, tras ser dado de baja como psiquiatra del ejército, pidió análisis a Freud. Freud se lo negó. En cambio, derivó a Tausk a Deutsch, quien estaba en análisis con Freud desde hacía apenas tres meses.
Deutsch le dijo a Roazen que Freud “se sentía inhibido por la presencia de Tausk” y también que a Freud “le había causado una impresión siniestra (unheimlich) tener a Tausk en la Sociedad porque Tausk podía tomar una idea de Freud y terminar de desarrollarla antes que él mismo” (entrevista del 7 de febrero de 1966 citada en página 96). También en The Freud Journal Lou Andreas-Salomé da testimonio de estas rispideces entre Freud y Tausk (pp. 183-6).
Tausk pudo haber rechazado la derivación de Freud, pudo haberla considerado insultante –mientras Deutsch recién empezaba en el psicoanálisis él ya tenía un nombre y, sobre todo, tenía publicaciones psicoanalíticas-, pero lo aceptó. En enero de 1919 comenzó su análisis con Deutsch.
Pero Tausk dedicaba su análisis a hablar de Freud, de sus dificultades con Freud. Y Deutsch transmitía las palabras de Tausk a Freud en su propio análisis… Hasta que Freud decidió poner punto final a esa situación. Puso a Deutsch en la disyuntiva de elegir entre continuar su análisis con él o seguir analizando a Tausk.
Según deja constancia Roazen, Freud “le explicó a Helene que Tausk había comenzado a interferir en su análisis y que, seguramente, había aceptado que fuera su analista con la intención de comunicarse con Freud a través de ella. Tausk la había fascinado completamente y esto amenazaba el progreso de su tratamiento con Freud. (pág. 122)”
Como era de esperar, Deutsch se quedó con Freud. Y sin mucho trámite despidió a Tausk, cuyo análisis se interrumpió en marzo de 1919. Aun estando el psicoanálisis en sus inicios resulta evidente la violencia ejercida contra Tausk.
Sin embargo, Tausk continuó asistiendo a las reuniones de la SPV –de hecho, la noche anterior al suicidio envió una esquela excusándose por tener que estar ausente- pero ¿en qué posición quedó? Si Freud lo rechazaba, si le retiraba su reconocimiento ¿podría él continuar desempeñándose como psicoanalista? ¿Le seguirían llegando pacientes? ¿Podría avanzar con sus conceptualizaciones en el terreno del psicoanálisis? ¿En diálogo con quién? ¿Dónde habrían de ser publicados sus escritos?
En aquel momento la persona de Freud y el psicoanálisis eran casi lo mismo. La prueba está en que quienes no se entendieron con Freud se vieron obligados a dedicarse a otra cosa, no al psicoanálisis freudiano. Pero Tausk permaneció fiel a Freud hasta las últimas consecuencias. Literalmente.
El sucidio de Tausk
De entrada renuncio –y los invito a renunciar conmigo- a cualquier argumento ad hominem para tratar de echar alguna luz sobre el acto de Tausk. Tausk no era una enfermo mental, no estaba loco, su decisión no fue el simple producto de alguna Depresión. Basta su ensayo sobre el Aparato de Influir –ahora convertido en testamento- para demostrar la claridad y alcance de sus capacidades intelectivas, además de sus dotes literarias.
Cuando en 1919, con cuarenta años de edad, padre de dos hijos, divorciado y a punto de contraer matrimonio nuevamente, psiquiatra y psicoanalista en ascenso, con pacientes en tratamiento, Viktor Tausk se suicida –extremando los cuidados para no fallar- deja dos notas de despedida, una para su prometida y la otra para Sigmund Freud, que se analizará más adelante.
Después del obituario de Tausk, que escribe Freud, muy excepcionalmente volverá a mencionarse el nombre de Tausk en el medio psicoanalítico. Ese silencio no podía dejar de estar vinculado al hecho de que en el ambiente se sabía que entre Freud y Tausk las cosas no habíanandado bien, que Tausk había resultado molesto para Freud, así como se conocía la devoción que el alumno profesaba hacia el maestro, su compromiso absoluto con el psicoanálisis, su enorme talento, y seguramente también eran conocidos los avatares de su análisis fallido.
Construcción de la versión oficial
Previo al silenciamiento del nombre de Tausk y su obra en el círculo freudiano fue establecida la versión oficial acerca de su muerte. El autor de esta versión fue Freud, pero la aceptaron y compartieron todos los de su entorno, al menos a nivel público. La misma tiene como escenario principal el obituario, pero también otros, como la correspondencia entre Freud y Lou Andreas-Salomé.
El obituario
Freud publica el obituario de Tausk –que no firma con su nombre sino como “La Redacción”- en su revista, la Internationale Zeitschrift für ärztlitche Psychoanalyse. En el mismo número sale publicado por primera vez el artículo de Tausk “Acerca de la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia”.
En su necrología Freud comienza por ubicar a Tausk entre “las víctimas –por fortuna no muy numerosas- que la guerra se ha cobrado en las filas de los psicoanalistas” aunque no deja de aclarar que “voluntariamente puso fin a su vida”. Más adelante afirma: “El desgaste de varios años en el servicio activo no podía dejar de provocar un serio daño anímico en este hombre en extremo concienzudo”. Una culpa más para la Gran Guerra, el tigre admite numerosas manchas; además ¿acaso no era razonable que la guerra lo hubiera afectado? Tal vez fuera la experiencia de la guerra lo que lo llevó en diciembre de 1918 –un mes después de ser dado de baja en el ejército- a pedirle análisis a Freud.
A continuación Freud señala el hecho de que en el Congreso Psicoanalítico realizado en Budapest en 1918 –unos meses atrás- Tausk ”mostró signos de una particular irritabilidad”. ¡Como si los encuentros psicoanalíticos, donde el poder se pone duramente en juego, consistan en intercambios de rosas! Que Tausk estuviera irritado nada significa a los efectos de su posterior suicidio, pero, el discurso de Freud, sugiere… Y a buen entendedor: pocas palabras. Cuantas menos mejor.
Quizá los enunciados más verdaderos del obituario sean los siguientes: “a fines del otoño pasado, fue dado de baja y regresó a Viena; íntimamente exhausto, se enfrentó con la difícil tarea de fundar una nueva existencia por tercera vez –y ahora en las más desfavorables circunstancias exteriores e interiores-.” ¿Por qué debía Tausk “fundar una nueva existencia”? ¿Nueva con respecto a qué? ¿Acaso una nueva existencia por fuera del círculo freudiano?
Freud reconoce en las contribuciones escritas de Tausk “una observación aguda, un juicio certero y una particular claridad expresiva”. Pero también indica que “En su fogoso esfuerzo investigador, muchas veces llegó acaso demasiado lejos en esta dirección; tal vez no era tiempo todavía de proporcionar un fundamento universal de esta índole a la ciencia del psicoanálisis, que aún se halla en devenir.” El que establecía los tiempos correctos era Freud. Es decir: su parecer se convertía en lo correcto. El reproche que le hace a Tausk es haber querido ir demasiado rápido, demasiado lejos. Acaso voló demasiado alto, como Ícaro…
También destaca Freud las “brillantes cualidades oratorias” de Tausk y el servicio que prestó al psicoanálisis dictando cursos de difusión. Recordemos que el psicoanálisis era un campo nuevo y especialmente resistido por los académicos. Y que Tausk había estudiado medicina y psiquiatría alentado, y hasta apoyado económicamente, por Freud, a los efectos de enriquecer su ejercicio del psicoanálisis. Además de enriquecer al psicoanálisis con un psicoanalista que tenía acceso a los centros psiquiátricos –a diferencia de Freud, por ejemplo-. (De hecho Tausk, al igual que Deutsch, trabajaron en la prestigiosa clínica psiquiátrica universitaria de Wagner-Jauregg en Viena.)
En cuanto a la persona de Tausk en su relación con los otros dice Freud: “Su temperamento apasionado se exteriorizó en críticas agudas, a veces muy duras, pero que él aunaba a un brillante don expositivo. Estas cualidades personales ejercían notable atracción sobre muchos, aunque tal vez disgustaban a otros.”
Hacia el final Freud destaca que en las cartas que Tausk dejó “se declara partidario incondicional del psicoanálisis y formula la esperanza de que en tiempos no muy lejanos halle universal aceptación”.
Finalmente, la muerte es responsabilizada por la separación: fue “arrebatado prematuramente de nuestra ciencia y del círculo de Viena”, como si no fuera Freud el que lo había estado segregando. Y concluye con una aseveración que suena irónica, si no cínica: “Tiene asegurado el recuerdo en la historia del psicoanálisis y de sus primeras luchas.”
Correspondencia entre Sigmund Freud y Lou Andreas-Salmé
Afortunadamente Roazen tuvo acceso a la versión no censurada de la carta en que Freud da la noticia del suicidio de Tausk a Lou Andreas-Salomé –quien había tenido una relación amorosa con Tausk durante su período de formación con Freud, entre 1912 y 1913-.
El primero de agosto de 1919 –veintinueve días después de la muerte de Tausk- Freud escribe a Lou una carta en la que comienza excusándose por su demora y atribuyendo la misma a no tener lo qué comunicar (¡!). (*)
Recién en el tercer párrafo comunicará a Lou la muerte de Tausk: “Pobre Tausk, a quien tu distinguiste durante un tiempo con tu amistad, se quitó la vida el 3 de julio. Regresó agotado de los horrores de la guerra, y, bajo las peores circunstancias comenzó a reconstruir la vida que había perdido debido a sus deberes militares e intentó rehacer su vida amorosa, se casaba una semana después, pero decidió actuar de otro modo. (pág. 178)” Nótese la repetición, efecto del establecimiento de la versión oficial.
En cuanto a las cartas de despedida de Tausk Freud dice: “son todas igualmente afectuosas, atestiguan su lucidez y no culpan a nadie de su propia vida inadecuada y equívoca, de modo que no ayudan a comprender el hecho final. En su carta dirigida a mí, declara su fidelidad inmutable al psicoanálisis, me agradece, etc. Pero no permite entrever lo que dejaba atrás. (pág. 179)” Inmediatamente después de estas palabras el texto de la carta está mutilado.
En “Hermano animal” Roazen transcribe lo que falta en la versión censurada: “De modo que finalmente sucumbió frente al espectro del padre. Debo confesar que en realidad no lo extraño; hacía tiempo que consideraba que no me era útil, y que, de hecho, era una amenaza para el futuro. Tuve la oportunidad de echar unos pequeños vistazos a la subestructura sobre la que descansaban sus orgullosas sublimaciones; y lo hubiera desechado mucho antes si tú no lo hubieses elevado tanto en mi estima. Por supuesto que en cierto sentido estaba listo para hacer todo lo que pudiera por él, sólo que mi poder ha sido prácticamente nulo últimamente considerando el degeneramiento de todos mis contactos en Viena. Nunca he dejado de reconocer su don especial pero éste no se tradujo en logros igualmente valiosos. (pág. 179)”
En su respuesta, del 25 de agosto, Lou expresa: “Su notificación me tomó completamente por sorpresa. Pobre Tausk. Lo apreciaba. Creí que lo conocía pero nunca, jamás habría pensado que se suicidaría (pág. 183)”.
Freud no le mencionó el modus operandi de Tausk, Lou especula: “Si eligió un arma puedo imaginarme que la muerte le pareció sublime por la voluptuosa gratificación que significó para él como agresor y agredido a la vez. Porque en eso radica el problema de Tausk, su peligrosidad, que al mismo tiempo constituía su encanto (en términos no psicoanalíticos se puede decir que era un berseker de tierno corazón) (pág. 183).” Y aquí nuevamente interviene la censura.
Roazen restituye lo faltante: “Y que usted escriba que no lo extraña no sólo me parece entendible sino que yo también sentía que él de algún modo constituía una ‘amenaza para el futuro’ y también para la misma causa que él conscientemente defendía con tanto entusiasmo y sinceridad (pág. 183).” Fin del fragmento censurado.
Después Lou admite haber tenido recelos hacia Tausk, que éste conocía, y algo más: “mi gran temor de que insistiera en lograr un nombramiento universitario en Viena (pág. 183).” ¿Qué terrible cosa habría sucedido si Tausk se hubiera convertido en profesor universitario?
También Lou le dio la espalda: “En marzo, quise que me viniera a visitar a Munich pero él se opuso, y yo no respondí a su última carta como a tantas otras y él estaba en lo cierto cuando hace un año me escribió: ‘Nadie desea sentarse a la mesa con un desgraciado, ni siquiera tú has querido.’ No, ni siquiera yo (pág. 183).”
La nota de Tausk para Freud
Nota de suicidio escrita por Tausk para Freud,
3 de julio de 1919
La noche anterior al suicidio Tausk faltó con aviso a la reunión de los miércoles. Vale la pena citar parte de la esquela que le envió a Freud: “Por favor disculpe mi ausencia en la reunión de hoy. Estoy ocupado resolviendo asuntos decisivos de mi vida y no quiero sentirme tentado de pedirle ayuda al estar en contacto con usted. Probablemente pronto esté nuevamente libre para acercarme a usted. Tengo la intención de aparecer con un mínimo de neurosis.” Y se despide con “respetuosos y cordiales saludos” (Roazen, pág. 162). A la mañana siguiente se mató.
La nota suicida que Tausk dejó para Freud fue publicada -hasta donde se sabe- por primera vez en 1969 en la edición de “Hermano animal” (pp. 127-8 y 166-7). El libro incluye una versión facsimilar del original, al cual Roazen accedió de manos del hijo mayor de Viktor, Marius. Dicha carta le había sido devuelta por Freud, luego de que, dos días después de la muerte de su padre, fuera a visitar a Freud.
Roazen dice que Marius fue a buscar una explicación acerca del suicidio del padre. Freud le concedió una “corta entrevista en su estudio (pág. 165)”. En ella le refirió haber recibido una nota de suicidio de Viktor, la cual no tenía a mano, pero “se ocuparía de que le fuera devuelta (pág. 165)”. Marius no recordaba bien cómo fue que finalmente recibió la carta, pero sí recordaba haber regresado a la casa de Freud y creía que había sido Anna Freud quien se la entregara junto con alguna otra correspondencia de Viktor. Roazen se pregunta si esta devolución de correspondencia no obedecía al deseo de Freud de terminar de deshacerse de Tausk. El planteo parece razonable.
En su carta lo primero que hace Tausk es pedir a Freud “asistencia” para su prometida, algún “buen consejo”. Lo último que escribe, incluso después de la firma, es: “Por favor cuide a mi hijo de tanto en tanto”. Hasta último momento dirige sus demandas hacia Freud; cree en él, espera de él ayuda, sino para sí, al menos para los suyos.
En el segundo párrafo de la carta dice: “Le agradezco todo el bien que me ha hecho. Fue mucho y le ha dado sentido a los últimos diez años de mi vida. Su trabajo es genuino y grande, y yo dejaré esta vida sabiendo que fui de los que presenciaron el triunfo de una de las ideas más grandes de la humanidad.”
Tausk asume toda la responsabilidad por su acto. Declara que el psicoanálisis le dio sentido a su vida, ni más ni menos. Alaba el trabajo de Freud pero da un paso atrás, o al costado, colocándose por fuera de la producción psicoanalítica al decir que fue uno de los que presenciaron su desarrollo, como si hubiera sido un mero testigo. Como si buscara, in extremis, una reconciliación con Freud, diciéndole lo que éste querría escuchar…
Continúa la nota: “No siento melancolía, mi suicidio es la acción más sana y decente de mi fracasada existencia. No tengo acusaciones para con nadie, mi corazón no guarda resentimientos, sólo muero un poco antes de lo natural.” También saluda a la Asociación Psicoanalítica y les desea el bien con todo su corazón, sin olvidar de agradecer -genéricamente- a quienes lo ayudaron.
¿Cómo alguien que estaba en el nivel de producción en el que estaba Tausk puede considerar su existencia como fracasada? Cabe la pregunta de en qué fracasó. Pero él no estaba dispuesto a acusar a nadie, quería morir en paz. De todas maneras, a juzgar por la forma en que su salida del juego repercutió en el ámbito psicoanalítico, las acusaciones rondaron lo suficiente como para llenar un largo y pesado silencio, inmediatamente posterior a la versión oficial del final de Tausk.
La auto-inmolacción (hipótesis)
A partir de los datos recogidos no parece descabellado concluir lo siguiente, aunque sea a modo de hipótesis –incomprobable: ninguno de los protagonistas revivirá para corroborarla o refutarla-.
Tausk amaba demasiado a Freud como para convertirse en un “disidente”, un “hereje”, uno de esos ex-discípulos que éste despreciaba. Pero, dada la situación a la que la actitud de Freud lo había empujado, sabía que su lugar dentro de la institución psicoanalítica tenía los días contados.
Tausk, suerte de Rey Lear ya sin reino, no se proyectó por fuera del estrecho círculo freudiano. No optó por fundar su propia escuela (como Jung, Adler, Reich) ni por mantenerse free-lance (como Stekel). Parecería que no pudo verse a sí mismo independiente de Freud. (Cf. las observaciones de Lou sobre el carácter de Tausk en las páginas 183-6 de su diario).
Acorralado, Tausk decidió salir del juego con honor. Al menos le quedaba el honor para salvar. El acto de su auto-asesinato materializa, realiza, el no lugar al que lo condenó la segregación por parte de Freud. En tal sentido, no le basta con desaparecer él mismo sino que también hace desaparecer su obra inédita.
El suicidio de Tausk parece haber sido un acto de entrega y amor absoluto hacia Freud. Identificándose con él, parece haber asumido el deseo de Freud de que Tausk desapareciera de su órbita. Tausk se habría sacrificado por y para Freud. Aunque Freud no dio muestras de haber apreciado ese acto de amor supremo.
Responsabilidad
¿Quién es en último término el responsable de la desaparición de Tausk? Tausk mismo, sin lugar a dudas. Él eligió darse muerte. Él colaboró en el eclipse de su obra haciendo quemar sus papeles.
¿Se puede objetar que desde su posición subjetiva respecto de Freud y el psicoanálisis no tenía otra salida…? Bueno… si creemos en el libre albedrío, siempre hay otra salida. De hecho los disidentes del psicoanálisis freudiano –y luego del lacaniano, y posteriormente de las distintas asociaciones- encontraron otra salida y, en algunos casos, con muy buenos resultados.
Actualidad del affaire Tausk
¿Para qué desenterrar a los muertos…? Pues resulta que están vivos. No sólo porque la definitivamente incipiente obra de Tausk merece ser rescatada del olvido, sino también porque las instituciones psicoanalíticas posteriores a Freud están formateadas en el mismo modelo autoritario de los comienzos del psicoanálisis. Modelo que ejerce el descrédito, ninguneo, exclusión, de todas aquellas personas que pueden llegar –aunque más no sea a través del mero desarrollo de sus propios talentos- a poner en cuestión la autoridad de los maestros.
Así las cosas, la literatura analítica padece la esterilización de las mentes y de las plumas. Entre los analistas, pocos se animan a escribir y la mayoría de los que osan expresarse por escrito, no logra desprenderse de los textos preestablecidos, al punto de no realizar otra cosa que una descolorida repetición de las palabras consagradas. De esa manera evitan el error, al costo de prevenir cualquier originalidad.
Tal fidelidad a la palabra autorizada muestra un sesgo de miedo. Tausk es uno de los ejemplos más claros en cuanto a que cualquier originalidad puede ser considerada sospechosa… y poner en marcha el aparato exclusor con todas sus crueldades, más o menos explícitas –y peores cuanto más silenciosas-.
Sin embargo, el psicoanálisis, máquina viva, para continuar funcionando, necesita de clínicos que se permitan pensar sobre lo que hacen y el mundo en el que actúan. Y pensar es hablar y escribir. Para poder pensar, y no repetir, es necesario animarse a caminar más allá de las pesadas cadenas de lo que algunos llaman un “estilo de escuela”. Nadie dice que sea fácil.
Hermano animal
“Hermano animal” es un vivo ejemplo de cómo un libro puede ser mucho más que un libro: puede convertirse en una pedrada al corazón de la mala conciencia y, a la vez, realizar algún tipo de justicia, aunque sea póstuma (a la manera de En la colonia penitenciaria). Una pedrada puede devenir instrumento de liberación. Ojalá también mis palabras contribuyan.
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(*) Debido a lo insatisfactorio de la traducción de la correspondencia entre Sigmund Freud y Lou Andreas-Salomé a la que tuve acceso, las citas están tomadas de Roazen. De todos modos, vale la pena confrontar estas citas con la versión censurada de las cartas, que es la que aún hoy circula.
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Todas las negritas son mías.
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Agradezco muy especialmente a Carlos Marcos, por su aporte a mi trabajo.
Fuentes:
- Viktor Tausk, Trabajos psicoanalíticos, Gedisa, México, 1983.
- Paul Roazen, Hermano animal: la historia de Freud y Tausk, Acme, Buenos Aires, 1994. (Las imágenes publicadas son tomadas de aquí.)
- Sigmund Freud, Obras completas, tomo XVII, “Víctor Tausk”, Amorrortu, Buenos Aires, 1990.
- Sigmund Freud - Lou Andreas-Salomé, Correspondencia, Siglo Veintiuno Editores, México, 1977.
- Lou Andreas-Salomé, Aprendiendo con Freud, Diario de un año 1912-1913, Laertes, Barcelona, 1980.
- Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, Horme, Buenos Aires, 1976.
(2015)